Cuenta el Betis con una plantilla de gran calidad, cargada de opciones en defensa, con calidad en el mediocampo y con chispa y electricidad en ataque. Los verdiblancos, sin embargo, se encuentran a un punto de la zona de descenso y encadenan dos derrotas consecutivas que han desembocado en el hartazgo de la afición bética. Así las cosas, el fantasma de la destitución sobrevuela con fuerza por el Benito Villamarín y Gustavo Poyet podría tener sus días contados como técnico del club andaluz.
El técnico uruguayo, no obstante, lo ha intentado todo para corregir la situación, sentando a jugadores importantes como Piccini o Rubén Castro y buscando continuamente alternativas en busca de una reacción que no llega. Es cierto que algunas de sus decisiones como la suplencia de Ceballos y de Brasanac pueden ser discutibles, sin embargo Poyet está intentando que su equipo juegue un fútbol elaborado con el que hacer daño a partir de tres cuartos de campo. Pero no le está acompañando la suerte al entrenador sudamericano, que está viendo cómo su equipo falla en defensa debido a la falta de intensidad. Además, el mediocampo no cuenta con efectivos suficientes como para actuar de forma sólida, ya que únicamente Petros es capaz de asumir esa función de destrucción. Para colmo, Rubén Castro sigue sin mostrar su mejor estado de forma y comienza a dar señales de que su final puede estar cerca.
Todos estos factores, no obstante, son elementos que un nuevo entrenador difícilmente podría solucionar, por lo que es preciso dar algo más de tiempo a un Poyet que ha mostrado muy buenas intenciones, que está gestionando adecuadamente un vestuario difícil y que solo necesitar ajustar algunos automatismos y que varios de los fichajes se integren totalmente en el juego del equipo. Jonas Martin, Felipe Gutiérrez o Mandi son hombres que con varios partidos más en su haber podrían comenzar a marcar diferencias, dando un vuelco a la situación actual y reivindicando el papel de Poyet como técnico verdiblanco.